Moción presentada por el alcalde de Constantina
D. Francisco Álvarez Urbano
a la Comisión permanente, y aprobada por unanimidad
en la sesión del 6 de Agosto de 1924
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Sres. Teniente Alcaldes:
Voy a someter a vuestro claro e imparcial criterio una idea que aunque simple en su mecanismo, resuelve a mi juicio la mayoría de los grandes problemas que afligen nuestra querida España, y de la cual soy antiguo prosélito, creyendo firmemente que ha llegado el momento que cristalice elevándola en respetuosa petición al ilustre y patriótico Directorio que hoy rige los destinos de la nación.
Quisiera tener vasto talento para explicar con mis razonamientos,la fe profunda que siento en el resurgir de nuestra amada Patria con el sistema tributario que voy a proponeros pidamos.
Todos nosotros oímos el admirable y elocuente discurso del señor Calvo Sotelo en el Teatro San Fernando en Sevilla, y entre otras disertaciones, no se me olvida expuso, que esperaba mucho de los alcaldes y del despertar de la ciudadanía de los pueblos con el nuevo estatuto municipal. Desde entonces bulle en mi cerebro la idea de pediros vuestra aprobación para la solicitud a que voy a referirme.
Todo agricultor, todo comerciante, todo industrial, todo hombre de ciencia, todo hombre de arte, y todo aquel que enaltece su patria con su honrado trabajo, se encuentra vejado y agobiado con la férrea maraña de impuestos locales, provinciales, directos, indirectos, cédulas, patentes, timbres, utilidades etc. etc. al extremo, que parece que las leyes fiscales se han hecho con el exclusivo fin de convertir en defraudadores a todo el que labora o trabaja, pues es punto menos que imposible cumplirlas todas.
Siempre he tenido el profundo convencimiento que el tributar equitativamente, es necesario, noble, honrado y justo, mas paralelamente a este convencimiento, causa gran tristeza y pesar, ver cómo se desenvuelven estos tributos, gravando por todas partes y procurando desmochar todo lo que significa manifestaciones de energías, que son el fermento de la producción, base del abaratamiento de las cosas, y entre ellas, los artículos alimenticios que sirven de sostenimiento a la misma vida.
Más parece, que la tupida red de tributos existentes, está hecha para producir la asfixia del que labora, que para recaudar los elementos necesarios para la administración de la vida nacional, dejando, en cambio, libre al holgazán que es un parasito de la vida.
Grande es la obra moralizadora del Directorio para encauzar la administración pública y sus costumbres, y limpio y brillante ha quedado el complicado mecanismo de tan viejo artefacto, mas no sólo basta esto, es necesario, es urgentísimo, que el pueblo despierte de su modorra y haciendo uso de la ciudadanía que decía el señor Calvo Sotelo, pidamos todos el derrumbamiento de ese tinglado tributario, que sangra inútilmente la nación, fundiendo tanto hierro inútil, y de acuerdo con los procedimientos más modernos, hacer otra máquina que con menos pesadez, más energías y más simple en su mecanismo, venga a resolver a la moderna lo que los modernos tiempos exigen.
Pues bien, señores de la Comisión permanente, todo lo expuesto se conseguiría implantando en España el sistema tributario del "Impuesto Único", impuesto que recaería necesariamente, sobre la base de toda riqueza, sobre la fuente de toda producción, esto es, sobre el valor de la tierra desprovista de mejoras, debidas al trabajo o a la industria, base única que evitaría la ocultación y como consecuencia sus irritantes desigualdades, génesis del caciquismo.
Una vez hecho esto, el comerciante, el agricultor, el industrial, el hombre de ciencia, el hombre de arte, desprovistos de esos falsos frenos, de tantas leyes y reglamentos como se les enredan en su camino, se dedicarían únicamente a su trabajo, ciencia, profesión, arte o industria, con lo que bien claro se advierte aumentarían todas las producciones y por lógica consecuencia se abaratarían en su coste, resolviendo el problema de las subsistencias.
Si además de esto se tiene en cuenta el enorme ejército, que gravita sobre la nación, de funcionarios y empleados, que consumen y no producen, para la administración de dichos impuestos, claro es, que estas inteligencias y brazos, serían una nueva potencia productora, que intensificarían y aquilatarían la producción, y al bajar el precio por su mayor abundancia de los productos naturales, aumentaba el poder adquisitivo de la moneda, quedando resuelta la insoluble crisis de su depreciación.
Tal vez por egoísmo, quizás haya quien argumente que este impuesto va contra la agricultura, y esto no es así, pues los mismos agricultores tienen hoy más laberintos de contribuciones e impuestos, tributando por muchos conceptos injustos, mientras que con este sistema, como es equitativo y único, sería más factible encajarse en la Ley, y por ser igual para todos, a nadie perjudicaría, teniendo en cambio la ventaja de que en nada molesta al que trabaja, a la inversa de lo que hoy ocurre.
Todos los impuestos y tributos hoy existentes con el enorme e inútil bagaje que su administración arrastra, gravitan sobre la tierra en último término, por lo tanto es absurdo creer, que el impuesto único sobre ella, absorbería su potencialidad, cuando en realidad, tributaría menos y se produciría más.
La tierra, madre común de toda riqueza, la tierra que todo lo engendra, la tierra que todo lo da, debe dar también los necesarios medios para el sostenimiento de su administración.
Las leyes fiscales existen, están todas teorizadas de una forma admirable, pero en la práctica son irrealizables, y como dichas leyes son para el pueblo, deben ser claras y sencillas, al alcance de todas las inteligencias, y que salte a simple vista la igualdad para todos.
Hoy el mundo, por lógica evolución y el esfuerzo humano, se ha transformado en todos sus órdenes; hoy la vida marcha con rapidez vertiginosa, y es absurdo que en materia fiscal y administrativa sigamos aún con tan rutinarios sistemas.
Toda esta civilización trae consigo mayor número de necesidades y por tanto más consumo, siendo necesario que para el buen equilibrio entre la producción, se trabaje más, pero en el sentido práctico de la palabra, intensificando la agricultura, comercio, industria, arte, ciencias, etc. etc.
La crisis obrera, dentro del sistema expuesto, se resolvería automáticamente, puesto que la propiedad de la tierra evolucionaría con perjuicio para los que no cultivasen, haciendo más asequible su adquisición al proletariado.
Yo creo firmemente que, de seguir con los moldes actuales, brotarán nuevamente los caciques, a los que tan valiente batida dio el Directorio, pues los hombres honrados se aburrirán de tanto expedienteo y el mundo se ahogará en tinta y papel, y digo brotarán, porque el caciquismo es una consecuencia del sistema, es una planta parasitaria y venenosa que solo nace en la tierra de la injusticia.
Quitar al cacique la caprichosa aplicación de las leyes, y éste ha muerto, y como el hombre por naturaleza peca, volverán los mismos pecados si no se modifica radicalmente el medio en que vivían.
En las leyes debemos copiar a las de la naturaleza, todas fijas e inalterables. Tal vez sea mucho pedir la implantación de este sistema para toda España, pero es evidente que debe pedirse con energía y fe en su resultado, al ilustre Directorio, pues atravesando la administración pública un período que debe llamarse constitutivo, encajaría perfectamente en la Gaceta, y si es mucho para toda España, que lo ensayen en la región andaluza, y si aún parece arriesgado, la provincia, y en último término el Municipio, pero que sea Constantina la ciudad que dé el primer grito de ciudadanía y justicia.
Yo no puedo asegurar que estas líneas estén bien hilvanadas, pero tengo el firme convencimiento de que la mayoría de los españoles piensan de igual forma en este asunto, y que es una verdad contundente, mal o bien expresada.
HE DICHO
Francisco GONZALEZ ALVAREZ
European Commission
Directorate General for Education and Culture
Unit A1 - Lifelong learning: 2020 strategy
Documento histórico enviado a este blog, desde Bruselas, por nuestro paisano y nieto del autor, D. Francisco Gonzalez Álvarez.
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