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domingo, 3 de mayo de 2009

Orden y control del territorio.

EL PATRIMONIO DE CONSTANTINA, FUENTE DE CULTURA Y RIQUEZA DE CARA AL PGOU.

Lunes, 09-02-09. POR PABLO FERRAND. ABC de Sevilla.

En un futuro próximo, Constantina contará con un Plan General de Ordenación Urbana (PGOU). Pero antes, los habitantes podrán conocer su contenido, es decir, lo que los técnicos de urbanismo y los políticos vienen preparando para esta interesante localidad de la sierra sevillana.
El PGOU, ya se sabe, es una herramienta en forma de documento escrito que nació -según dicen- para ordenar y controlar el territorio. Mediante el PGOU, un suelo rústico (una parte del campo) puede convertirse en edificable, y, de la misma manera, un terreno gris de cemento puede pasar a ser zona verde donde crezca la hierba. Un buen PGOU puede renovar un casco histórico conservándolo, es decir rehabilitándolo y manteniéndolo en buena armonía con su paisaje natural. Esta es una forma equilibrada de crear riqueza. Por el contrario, un mal PGOU puede dañar para siempre la ciudad o el pueblo que se tardó siglos en construir, e incluso arrasar hasta dejar irreconocible su núcleo urbano.
Pegous como algunos de los que se han aplicado en la zona del Aljarafe han supuesto un modelo de crecimiento urbano desmesurado y fuera de control, incidiendo negativamente en el medio ambiente y en eso que los técnicos llaman movilidad, hasta conseguir la inmovilidad de los atascos o la desaparición de huertas y paisajes inolvidables. Hoy sufrimos las graves consecuencias producidas por la aplicación de estos planes especulativos y desequilibrados. Y es que, en la práctica, este arma lucrativa de doble filo llamado PGOU significa «obligación de crecer» más allá de las necesidades reales del núcleo urbano en el que se aplique.
No parece que éste sea el caso de Constantina, donde existen cerca 500 casas sin habitar y necesitadas muchas de ellas de rehabilitación. El PGOU de Constantina ha de tener en cuenta las envidiables circunstancias que convergen en este municipio: sus valores naturales y culturales. La antigua Lacunimurgi, nombre primitivo de Constantina según algunas crónicas, forma parte del Parque Natural de la Sierra Norte de Sevilla y, por tanto, es uno de los espacios protegidos de Andalucía. En la zona del río Allende hay travertino. Su maravillosa dehesa de castaños ha merecido el reconocimiento internacional de Reserva de la Biosfera, y a ello hay que añadir el pueblo en sí, encajado entre cerros tan hermosos como el del Almendro, donde Manuel Mejías Ramírez encontró vestigios de la antigua fortaleza; o el del Castillo, de los siglos XIV y XV, en cuya falda se apiña el barrio de la Morería, de trazado medieval.
El peculiar tejido urbano de Constantina fue declarado por fin Conjunto Histórico en 2004. Y eso tras veinte años desde su incoación, un período de tiempo demasiado largo en el que han desaparecido interesantes muestras de su arquitectura popular, la más frágil y desprotegida: construcciones que nacen del anonimato y son las que el tiempo ha ido agrupando de forma natural hasta configurar la fisonomía del pueblo.

Elemento de desarrollo

De esto sabe mucho la profesora Ana Ávila como profesional que es del Patrimonio: master de gestión cultural e implicada en movimientos ciudadanos, así como en organizaciones internacionales. Ella considera que «estamos en un momento estupendo de hacer de nuestro patrimonio un elemento de desarrollo local y de bienestar», y reivindica, entre otros valores, el papel que juega en el pueblo la arquitectura vernácula, tan simple y modesta. Para Ávila, esta arquitectura sin arquitectos, esencial y genuina, sigue estando en peligro de desaparición, bien por derribo o por las transformaciones que sufre. Desde el Castillo se divisa un caserío todavía muy recuperable, presidido en el centro por la torre de la iglesia de la Encarnación, obra de Hernán Ruiz, que tiene delante las casitas de la Morería. A esa altura se aprecia la mutación cromática que viene produciéndose en las cubiertas de tejas, cada vez que se renuevan, afectando al paisaje que la tradición había consolidado. Ana Ávila es de las personas que ha dado ejemplo, demostrando que se puede vivir cómodamente en una casa popular de pocos metros cuadrados adaptándola con respeto a las exigencias de nuestro tiempo y sin alterar sus proporciones y sus elementos arquitectónicos como las tejas, los muros, las vigas o la fachada.

Un trato especial

Un Bien de Interés Cultural, como es el pueblo de Constantina, demanda un trato especial y acorde con su paisaje urbano. «Muchas veces -comenta-, la población siente como una amenaza el vivir en un conjunto histórico ya que no puede hacerse lo que desea, sin embargo hay que hacer hincapié en que lo de conjunto histórico es un valor añadido del pueblo». Hay normas y leyes que hay que mirar: la del Paisaje y la nueva de Patrimonio, y una serie de cartas internacionales que sirven de referencia, como la Carta del Patrimonio Vernáculo construido.
Los responsables del PGOU escuchan y anotan las sugerencias que les van llegando. Saben que un pueblo como Constantina ha de actualizar su catálogo de edificaciones protegidas antes de que sea tarde: el conjunto que forma su arquitectura popular, las casas señoriales y burguesas, y todos sus monumentos. Abunda en Constantina un tipo de portada con columnas, del siglo XVIII, que recuerda en menor escala a la de la Plaza de Toros de Sevilla. ¿Están catalogadas estas casas? Su catalogación y estudio quizás eviten que se produzcan casos tan tristes como el de la casa de los condes de Fuente el Salce en la plaza de España, una muestra del fachadismo imperante, donde se ha dejado arruinar el interior de la edificación; o el de otras que la piqueta ha ido arrasando desde el boom desarrollista de los sesenta hasta nuestros días. En sus últimos años, el recordado Manuel Ramírez Fernández de Córdoba emprendió la tarea de fotografiar cada una de las casas de Constantina. Ignoramos si completó su empeño, pero seguramente algunas de esas fotos habrán cobrado hoy un valor especial, como documentos únicos e irrepetibles. Todavía quedan en pie casas tan importantes como la de los marqueses de Constantina, hoy cerrada, o la de los Ponce de León en la calle que llaman del Marqués.
En este sentido, Ana Ávila aboga por una «política de rehabilitación del casco histórico, que esté precedida por un trabajo de campo que analice las distintas tipologías de su caserío y que respete los elementos arquitectónicos y la piel del pueblo». Otro esfuerzo rehabilitador digno de alabanza es el de los Pozos de la Nieve, que se ha librado de la ruina total gracias a la iniciativa privada para convertirse en un hotel con encanto. Y en el pueblo quedan exponentes aislados de lo que fue su antiguo esplendor industrial: molinos, bodegas, fábricas de anisados, tenerías..., que podrían sobrevivir con otros usos. Concretamente, la vieja bodega de López Redondo, la de Fuente Reina, se cae a pedazos. De allí salió el único tinto andaluz de la época, hoy felizmente recuperado en sus nuevas instalaciones.
Ana Ávila ha estudiado el papel del agua en Constantina y da un toque de atención sobre las fuentes, que aún están sin registrar. Y alerta también sobre el problema de la contaminación visual que ocasionan algunas tiendas mediante rótulos y cierres de escaparates impropios de un conjunto histórico, que deben ser unificados, como debieran serlo los zócalos de las fachadas de muchas casas. Las calles son un muestrario vivo y diverso del diseño aplicado al zócalo: los hay para todos los gustos.

Aprovechar el momento

Según Ávila, «durante años, Constantina había perdido protagonismo en el territorio, y en los últimos tiempos parece que está despertando, su economía ha mejorado y debe aprovecharse este momento y ver lo que se está haciendo bien en otros lugares como Carmona, para que con buen criterio y asesoramientos se recuperen elementos que la gente no conoce, como el yacimiento prehistórico conocido como la Sima». La Sima fue estudiada en 1958 por Francisco Collantes de Terán y excavada por Juan de Mata Carriazo. Posteriormente, en la década de 1990, los GEOS descubrieron allí restos humanos, fósiles y carbón vegetal. Su datación es superior a los 45.000 años. Los útiles allí encontrados se hallan en el Museo Arqueológico de Sevilla. El entorno del yacimiento necesita limpieza.
Pese a que es un municipio rico en recursos arqueológicos, Constantina aún no tiene una Carta Arqueológica. Hay mucho que excavar y proteger. En el Castillo se han realizado excavaciones con resultados muy positivos y se han llevado acabo algunas campañas de reconstrucción por parte de una escuela-taller, pero este monumento merece ahora más atención y, como sugiere Ana Ávila, «debe ponerse en contacto con otros castillos, como el de Alanís». Otro tema pendiente es de los jardines, las zonas verdes que la localidad va perdiendo, como el de la Alameda.

Zona de peligro

Como todos los planes generales de ordenación urbana, el de Constantina ha de señalar por dónde va a crecer el pueblo, y la zona elegida es el bellísimo paisaje de la Yedra, sus huertas y sus callejones empedrados.
Habría que preguntarse cuánto necesita crecer Constantina, con tantas viviendas vacías como tiene. De aprobarse esta idea, desaparecería un enclave único que es, además, la entrada medieval y natural de Constantina, mil veces fotografiada y muy utilizada hasta la primera mitad del siglo XX. Allí destacan la ruinas de la Ermita de la Yedra comida por la vegetación y la desidia, con su elegante portada de 1570, todavía en pie a duras penas como los otros restos interiores del viejo edificio, hoy con más pinta de vertedero y convertido en cuadra de ovejas. Aunque cueste creerlo por su pésimo estado de conservación, la Yedra, propiedad del Arzobispado de Sevilla, que ha servido de cantera, es un Bien de Interés Cultural. Si algo positivo tiene este abandono es el aspecto de ruina romántica que a cierta distancia envuelve al edificio, a modo de los viejos grabados del XIX. Y uno piensa al ver esta maravilla si no merecía la pena, pensando en el pueblo y en un turismo de calidad, restaurar esta entrada en la que se funde sin violencia la arquitectura con la naturaleza en un todo indivisible, como uno de los puntos esenciales del nuevo PGOU. Y si luego se ve que el pueblo de verdad necesita crecer, que lo haga, por ejemplo, por el Este, que es una de las soluciones que ya se han barajado sin grandes perjuicios para el paisaje y el medio ambiente.
La conservación, recuperación y uso adecuado de este patrimonio, muy en el olvido, que componen La Yedra, las huertas, los callejones y molinos harineros, debería ser uno de los puntos primordiales del PGOU de Constantina, un pueblo de tradición veraniega, que necesita dar a conocer sus recursos patrimoniales, una de sus fuentes de riqueza.
Constantina debe mantener la belleza de su silueta y sus perfiles en su encuentro con los cerros que la circundan. Y si en el documento municipal no aparecen las temibles palabras «sostenible» y «puesta en valor», tan equívocas por la manipulación que de ellas se hace, será una buena señal. Recordemos que la «puesta en valor» del yacimiento romano del solar del mercado de la Encarnación, en Sevilla, ha consistido en cementar y triturar el subsuelo arqueológico mediante la plantación de gigantescas setas, «actuación» -otra encantadora palabra, tan teatral- que mereció hace unos años el premio de arquitectura sostenible otorgado por una conocida empresa del cemento.

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Orden y control del territorio.

domingo, 3 de mayo de 2009

EL PATRIMONIO DE CONSTANTINA, FUENTE DE CULTURA Y RIQUEZA DE CARA AL PGOU.

Lunes, 09-02-09. POR PABLO FERRAND. ABC de Sevilla.

En un futuro próximo, Constantina contará con un Plan General de Ordenación Urbana (PGOU). Pero antes, los habitantes podrán conocer su contenido, es decir, lo que los técnicos de urbanismo y los políticos vienen preparando para esta interesante localidad de la sierra sevillana.
El PGOU, ya se sabe, es una herramienta en forma de documento escrito que nació -según dicen- para ordenar y controlar el territorio. Mediante el PGOU, un suelo rústico (una parte del campo) puede convertirse en edificable, y, de la misma manera, un terreno gris de cemento puede pasar a ser zona verde donde crezca la hierba. Un buen PGOU puede renovar un casco histórico conservándolo, es decir rehabilitándolo y manteniéndolo en buena armonía con su paisaje natural. Esta es una forma equilibrada de crear riqueza. Por el contrario, un mal PGOU puede dañar para siempre la ciudad o el pueblo que se tardó siglos en construir, e incluso arrasar hasta dejar irreconocible su núcleo urbano.
Pegous como algunos de los que se han aplicado en la zona del Aljarafe han supuesto un modelo de crecimiento urbano desmesurado y fuera de control, incidiendo negativamente en el medio ambiente y en eso que los técnicos llaman movilidad, hasta conseguir la inmovilidad de los atascos o la desaparición de huertas y paisajes inolvidables. Hoy sufrimos las graves consecuencias producidas por la aplicación de estos planes especulativos y desequilibrados. Y es que, en la práctica, este arma lucrativa de doble filo llamado PGOU significa «obligación de crecer» más allá de las necesidades reales del núcleo urbano en el que se aplique.
No parece que éste sea el caso de Constantina, donde existen cerca 500 casas sin habitar y necesitadas muchas de ellas de rehabilitación. El PGOU de Constantina ha de tener en cuenta las envidiables circunstancias que convergen en este municipio: sus valores naturales y culturales. La antigua Lacunimurgi, nombre primitivo de Constantina según algunas crónicas, forma parte del Parque Natural de la Sierra Norte de Sevilla y, por tanto, es uno de los espacios protegidos de Andalucía. En la zona del río Allende hay travertino. Su maravillosa dehesa de castaños ha merecido el reconocimiento internacional de Reserva de la Biosfera, y a ello hay que añadir el pueblo en sí, encajado entre cerros tan hermosos como el del Almendro, donde Manuel Mejías Ramírez encontró vestigios de la antigua fortaleza; o el del Castillo, de los siglos XIV y XV, en cuya falda se apiña el barrio de la Morería, de trazado medieval.
El peculiar tejido urbano de Constantina fue declarado por fin Conjunto Histórico en 2004. Y eso tras veinte años desde su incoación, un período de tiempo demasiado largo en el que han desaparecido interesantes muestras de su arquitectura popular, la más frágil y desprotegida: construcciones que nacen del anonimato y son las que el tiempo ha ido agrupando de forma natural hasta configurar la fisonomía del pueblo.

Elemento de desarrollo

De esto sabe mucho la profesora Ana Ávila como profesional que es del Patrimonio: master de gestión cultural e implicada en movimientos ciudadanos, así como en organizaciones internacionales. Ella considera que «estamos en un momento estupendo de hacer de nuestro patrimonio un elemento de desarrollo local y de bienestar», y reivindica, entre otros valores, el papel que juega en el pueblo la arquitectura vernácula, tan simple y modesta. Para Ávila, esta arquitectura sin arquitectos, esencial y genuina, sigue estando en peligro de desaparición, bien por derribo o por las transformaciones que sufre. Desde el Castillo se divisa un caserío todavía muy recuperable, presidido en el centro por la torre de la iglesia de la Encarnación, obra de Hernán Ruiz, que tiene delante las casitas de la Morería. A esa altura se aprecia la mutación cromática que viene produciéndose en las cubiertas de tejas, cada vez que se renuevan, afectando al paisaje que la tradición había consolidado. Ana Ávila es de las personas que ha dado ejemplo, demostrando que se puede vivir cómodamente en una casa popular de pocos metros cuadrados adaptándola con respeto a las exigencias de nuestro tiempo y sin alterar sus proporciones y sus elementos arquitectónicos como las tejas, los muros, las vigas o la fachada.

Un trato especial

Un Bien de Interés Cultural, como es el pueblo de Constantina, demanda un trato especial y acorde con su paisaje urbano. «Muchas veces -comenta-, la población siente como una amenaza el vivir en un conjunto histórico ya que no puede hacerse lo que desea, sin embargo hay que hacer hincapié en que lo de conjunto histórico es un valor añadido del pueblo». Hay normas y leyes que hay que mirar: la del Paisaje y la nueva de Patrimonio, y una serie de cartas internacionales que sirven de referencia, como la Carta del Patrimonio Vernáculo construido.
Los responsables del PGOU escuchan y anotan las sugerencias que les van llegando. Saben que un pueblo como Constantina ha de actualizar su catálogo de edificaciones protegidas antes de que sea tarde: el conjunto que forma su arquitectura popular, las casas señoriales y burguesas, y todos sus monumentos. Abunda en Constantina un tipo de portada con columnas, del siglo XVIII, que recuerda en menor escala a la de la Plaza de Toros de Sevilla. ¿Están catalogadas estas casas? Su catalogación y estudio quizás eviten que se produzcan casos tan tristes como el de la casa de los condes de Fuente el Salce en la plaza de España, una muestra del fachadismo imperante, donde se ha dejado arruinar el interior de la edificación; o el de otras que la piqueta ha ido arrasando desde el boom desarrollista de los sesenta hasta nuestros días. En sus últimos años, el recordado Manuel Ramírez Fernández de Córdoba emprendió la tarea de fotografiar cada una de las casas de Constantina. Ignoramos si completó su empeño, pero seguramente algunas de esas fotos habrán cobrado hoy un valor especial, como documentos únicos e irrepetibles. Todavía quedan en pie casas tan importantes como la de los marqueses de Constantina, hoy cerrada, o la de los Ponce de León en la calle que llaman del Marqués.
En este sentido, Ana Ávila aboga por una «política de rehabilitación del casco histórico, que esté precedida por un trabajo de campo que analice las distintas tipologías de su caserío y que respete los elementos arquitectónicos y la piel del pueblo». Otro esfuerzo rehabilitador digno de alabanza es el de los Pozos de la Nieve, que se ha librado de la ruina total gracias a la iniciativa privada para convertirse en un hotel con encanto. Y en el pueblo quedan exponentes aislados de lo que fue su antiguo esplendor industrial: molinos, bodegas, fábricas de anisados, tenerías..., que podrían sobrevivir con otros usos. Concretamente, la vieja bodega de López Redondo, la de Fuente Reina, se cae a pedazos. De allí salió el único tinto andaluz de la época, hoy felizmente recuperado en sus nuevas instalaciones.
Ana Ávila ha estudiado el papel del agua en Constantina y da un toque de atención sobre las fuentes, que aún están sin registrar. Y alerta también sobre el problema de la contaminación visual que ocasionan algunas tiendas mediante rótulos y cierres de escaparates impropios de un conjunto histórico, que deben ser unificados, como debieran serlo los zócalos de las fachadas de muchas casas. Las calles son un muestrario vivo y diverso del diseño aplicado al zócalo: los hay para todos los gustos.

Aprovechar el momento

Según Ávila, «durante años, Constantina había perdido protagonismo en el territorio, y en los últimos tiempos parece que está despertando, su economía ha mejorado y debe aprovecharse este momento y ver lo que se está haciendo bien en otros lugares como Carmona, para que con buen criterio y asesoramientos se recuperen elementos que la gente no conoce, como el yacimiento prehistórico conocido como la Sima». La Sima fue estudiada en 1958 por Francisco Collantes de Terán y excavada por Juan de Mata Carriazo. Posteriormente, en la década de 1990, los GEOS descubrieron allí restos humanos, fósiles y carbón vegetal. Su datación es superior a los 45.000 años. Los útiles allí encontrados se hallan en el Museo Arqueológico de Sevilla. El entorno del yacimiento necesita limpieza.
Pese a que es un municipio rico en recursos arqueológicos, Constantina aún no tiene una Carta Arqueológica. Hay mucho que excavar y proteger. En el Castillo se han realizado excavaciones con resultados muy positivos y se han llevado acabo algunas campañas de reconstrucción por parte de una escuela-taller, pero este monumento merece ahora más atención y, como sugiere Ana Ávila, «debe ponerse en contacto con otros castillos, como el de Alanís». Otro tema pendiente es de los jardines, las zonas verdes que la localidad va perdiendo, como el de la Alameda.

Zona de peligro

Como todos los planes generales de ordenación urbana, el de Constantina ha de señalar por dónde va a crecer el pueblo, y la zona elegida es el bellísimo paisaje de la Yedra, sus huertas y sus callejones empedrados.
Habría que preguntarse cuánto necesita crecer Constantina, con tantas viviendas vacías como tiene. De aprobarse esta idea, desaparecería un enclave único que es, además, la entrada medieval y natural de Constantina, mil veces fotografiada y muy utilizada hasta la primera mitad del siglo XX. Allí destacan la ruinas de la Ermita de la Yedra comida por la vegetación y la desidia, con su elegante portada de 1570, todavía en pie a duras penas como los otros restos interiores del viejo edificio, hoy con más pinta de vertedero y convertido en cuadra de ovejas. Aunque cueste creerlo por su pésimo estado de conservación, la Yedra, propiedad del Arzobispado de Sevilla, que ha servido de cantera, es un Bien de Interés Cultural. Si algo positivo tiene este abandono es el aspecto de ruina romántica que a cierta distancia envuelve al edificio, a modo de los viejos grabados del XIX. Y uno piensa al ver esta maravilla si no merecía la pena, pensando en el pueblo y en un turismo de calidad, restaurar esta entrada en la que se funde sin violencia la arquitectura con la naturaleza en un todo indivisible, como uno de los puntos esenciales del nuevo PGOU. Y si luego se ve que el pueblo de verdad necesita crecer, que lo haga, por ejemplo, por el Este, que es una de las soluciones que ya se han barajado sin grandes perjuicios para el paisaje y el medio ambiente.
La conservación, recuperación y uso adecuado de este patrimonio, muy en el olvido, que componen La Yedra, las huertas, los callejones y molinos harineros, debería ser uno de los puntos primordiales del PGOU de Constantina, un pueblo de tradición veraniega, que necesita dar a conocer sus recursos patrimoniales, una de sus fuentes de riqueza.
Constantina debe mantener la belleza de su silueta y sus perfiles en su encuentro con los cerros que la circundan. Y si en el documento municipal no aparecen las temibles palabras «sostenible» y «puesta en valor», tan equívocas por la manipulación que de ellas se hace, será una buena señal. Recordemos que la «puesta en valor» del yacimiento romano del solar del mercado de la Encarnación, en Sevilla, ha consistido en cementar y triturar el subsuelo arqueológico mediante la plantación de gigantescas setas, «actuación» -otra encantadora palabra, tan teatral- que mereció hace unos años el premio de arquitectura sostenible otorgado por una conocida empresa del cemento.

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